Eduardo
Cañizares Labrador salió de Cuba en el 2012 cuando tenía 26 años. Su hermano lo
ayudó con el dinero para los pasajes y le consiguió la carta de invitación,
entonces un requisito para que el gobierno cubano expidiera el pasaporte.
Al llegar a
Guayaquil se encontró con que el acceso a internet no estaba restringido. Fue
lo primero que le asombró. En su país natal, utilizar este medio de
comunicación solo es posible en hoteles o ciertos locales autorizados.
Aunque su
principal preocupación en la Cuba socialista era la falta de trabajo estable.
Desde que salió del colegio laboró en áreas como construcción y salud en
periodos intermitentes.
Trabajó, por
ejemplo, tres años en un policlínico como guardia de seguridad y luego estuvo
cinco meses sin empleo. A ese problema se suman los salarios. Ganaba 360 pesos
cubanos que al cambio actual son alrededor de $ 15, mientras que un litro de
aceite llegaba a costar $ 2, dice Cañizares.
Cuba lleva 55
años bajo la administración de un gobierno socialista que tomó el poder tras
una revolución armada aupada por la población más pobre, en su gran mayoría
rural.
En 1959, la isla
era el escenario de grandes latifundios: el 8 % de los propietarios controlaba
el 75 % de las tierras. Un país donde las tasas de analfabetismo llegaban al 23
% y el 45 % de los niños de 6 a 14 años no asistía a la escuela. Donde la tasa
de mortalidad infantil se estimaba en unas 78 defunciones de menores de un año
por cada mil niños nacidos vivos, según cita el documento El combate contra la
pobreza en Cuba. Políticas públicas y estrategias familiares, de Ernesto Chávez
Negrín.
Actualmente,
ocupa el puesto 44 en el Índice de Desarrollo Humano que registra el Programa
de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) por una tasa de alfabetismo del
100 % de la población; por ser un país que destina los más altos porcentajes de
su PIB (el 12,9 %) a gastos de educación. Y por otros indicadores de salud,
como el que por cada mil nacidos vivos mueren cuatro o como el acceso a la
atención médica (ver gráfico al final). Ecuador, por ejemplo, se ubica en el puesto
98 en este Índice.
Sin embargo, más
allá de la agenda social, el modelo político-económico ha traído de vuelta la
sombra de la pobreza a este país caribeño, con una población de 11’300.000
habitantes.
En el Informe
2014 del PNUD, en el rubro flujos financieros de capital privado, por ejemplo
no hay datos respecto a Cuba, tampoco de la ayuda oficial neta al desarrollo
recibida sobre los flujos de remesas ni de las reservas totales menos oro.
El régimen se
instauró como “la revolución” y a lo largo de décadas fue defendida usando ese
título por muchos de los pobladores de la isla que se llamaban
“revolucionarios”. Ya sea por convicción ante el modelo y el temor a volver a
otro que soslaye las agendas sociales, o por miedo a ser sancionados por el
régimen –cárcel, o muerte en los inicios, de por medio–. O un poco por las dos.
A lo largo de
estos años ha ido perdiendo a su población por la oposición al régimen, o,
simplemente, por la búsqueda de mejores condiciones económicas, pauperizadas
especialmente en la década del noventa, tras la caída de la Unión Soviética, su
principal auspiciante.
En Cuba hubo
expectativa de cambios cuando Raúl Castro asumió la presidencia en febrero del
2008. Fidel Castro, cabeza de la revolución, le dejó la posta por sus problemas
de salud tras gobernar el país por 49 años, desde 1959. Al asumir el menor de
los Castro se anunciaron cambios como mayores libertades para emprender
negocios. “El problema es que si tú abres un negocio, pero todo sigue igual y
no te dan facilidad para comprar a un precio más bajo y vender, el negocio te
quiebra. A los cuatro o cinco meses la ganancia no era nada”, dice Eduardo
Cañizares, tras conocer que EE.UU. y su país restablecerían relaciones
diplomáticas.
Cada
circunstancia doméstica recuerda las condiciones del pueblo cubano. Hay casos
de familias cuyas casas entregadas por el régimen se han caído por falta de
mantenimiento.
Le ocurrió a un
amigo de Cañizares en La Habana. “Con el sueldo que uno gana mensualmente no
puedes arreglar tu casa. A un amigo se le cayó la suya. Su madre fue al comité
(de defensa de la revolución). Le dieron albergue para que vivan. Una casa
vieja, pero que no es tuya. Y te dicen que te van a conseguir casa, pero demora
hasta diez o quince años”, asegura.
Hace tan solo
cuatro días (miércoles 17 de diciembre), Fernando, un cubano nacido en la
ciudad de Santa Clara, ubicada en el centro de la isla, llegó a Quito para
comprar ropa y otros artículos que al llevar a Cuba le permitan tener un dinero
extra que mejore los $ 34 que recibía mensualmente administrando una tienda
estatal, con lo que mantenía a sus dos hijos, su esposa y su nieta.
Fernando
reconoce que el único motivo para salir de su isla fue la búsqueda de un mejor
futuro para sus hijos. Está seguro de que vale la pena el haber vendido algunas
propiedades, que le heredaron unos parientes antes de morir, –cosa que no todos
pueden– para armar el viaje.
Este licenciado
en Educación Física, de 53 años, repite una y otra vez que fue su país el que
lo obligó a salir y que si la realidad de Cuba, especialmente económica, sigue
como hasta ahora, su hijo de 18 y su hija de 31 no tienen posibilidad alguna de
surgir. Aunque quieran mucho a su tierra, dice, el dejarla es la única
alternativa que aparece en el horizonte para crecer.
La noticia de
que Estados Unidos y Cuba tomarían medidas para reanudar las relaciones
diplomáticas no causa mucha expectativa en Fernando, quien no da su apellido
porque en la isla todo está controlado y cuando regrese en cinco días puede que
lo que diga genere problemas a él o a su familia.
Para Fernando,
el que se retomen las relaciones entre los dos países y con ello pueda terminar
el bloqueo económico abre la posibilidad de que las autoridades cubanas dejen
de utilizar al bloqueo como “pretexto” para justificar muchos de los problemas
o las cosas mal hechas al interior de Cuba.
“No todo es
responsabilidad del bloqueo, han existido errores internos que han llevado a
que el país no haya tenido un nivel de desarrollo más sostenible, más fuerte”,
opina.
Fernando se
define como un “fidelista” y un “revolucionario” que ha pasado por varias
líneas de este proceso (Ejército e incluso el Ministerio del Interior). Valora
el socialismo y resalta la buena educación y la salud que reciben, pero cree
que “no se puede engañar a un pueblo la vida entera” diciéndole que tiene
excelente educación, pero no tiene con qué comer o en dónde dormir.
Qué me importa ser licenciado o doctor, qué
me interesa ser nada de eso si no tengo nada para dar a mis hijos”.
Fernando,
Cubano.
Fernando,
Cubano.
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